martes, 26 de agosto de 2008

Intenta y verás

Intenta justificar mis mentiras y verás que no puedes. Verás que es imposible y que no quieres seguir mi juego. Porque ni siquiera yo quiero seguir con él. Verás que no todo es eterno y que con esto ya ni yo misma me entretengo.

Intenta olvidar todo y verás que no existe el olvido. Verás que olvidar lo malo también es tener memoria. Te darás cuenta de que a veces mentía, y que lo hacía por amor. Comprenderás que nunca supe amar y que amé no hacerlo. Intentarás saber por qué lo hacía y comprobarás lo que digo, que fue todo una vil mentira. Un triste juego de azar. Un engaño del destino y una lágrima más derramada sobre la almohada.

Intenta volver y querrás escapar. Con algo de suerte y un poco de astucia tejerás artimañas y lograrás correr sin que me de cuenta. Así como lo hice yo alguna vez. No mires hacia atrás, es engañosa esta mirada y tal vez te tienten estos ojos llorosos y mi voz quebrada.

Escucha los alaridos de tu egoísmo y obedécelos. Vete. Vete pronto. Antes de que sea tarde. Huye del eventual dolor. Huye de mí. Te haré daño. Aún sin quererlo, te haré daño. No importa cuánto te ame, lo haré. Lenta y suavemente, te lastimaré.

Intenta quererme y acabarás lamentándote. Acabarás maldiciéndome. Estás a tiempo, vete ya. ¿Qué? ¿No ves? Me encuentro tirada sobre el suelo, sangrando y siendo víctima de mis propios errores, y todavía intento salvarte. Camina hacia la puerta, no mires hacia atrás y, por favor, cierra cuando salgas. Respira hondo y piensa que acabas de evitarnos una desilusión.

Intenta acercarte.

Verás muerte.

Sólo inténtalo y verás.

Verás lo que no quieres ver.

domingo, 17 de agosto de 2008

Esa noche

En el suelo se quedó dormida, tan quieta como traviesa. Inquieta. Se sumergió en el mar de los sueños, en ese inmenso lugar donde todo es posible y cada detalle cobra un significado propio y diferente, ajeno a lo real.

Esa noche fue una más. Una noche más, de esas que son para no olvidar. Soñó con él una vez más, con su sonrisa, con sus ojos, con su cándida mirada. Se sentía tan plena, tan llena, tan enamorada que nunca se dio cuenta de que todo era un sueño. Ni aun la mañana siguiente, cuando abrió los ojos y encontró su cuerpo frío desparramado en el piso.

Debió pensar que él había estado allí con ella durante toda la noche porque, al abrir los ojos, lo único que alcanzó a decir, entre suspiros, fue "¡te extrañé tanto... gracias por volver a mí!".

Desde esa noche, ella cree que él sigue a su lado, que la acompaña cada vez que cierra los ojos. Y por eso su cama siempre está tendida, porque desde esa noche, ellos duermen en el piso, como la primera vez...

Y todo porque esa noche, ella soñó con él.

sábado, 9 de agosto de 2008

Ilusión

Me abrazaste y el mundo entero se borró. Ya nada más existió… no hubo miedos, no hizo frío, no hubo más que lágrimas de amor. Te miré fijamente a los ojos y cerré los míos. Me besaste y el universo se esfumó. No hizo falta nada más, todo desapareció. A la luz de aquella luna quedamos solos, vos y yo.

En silencio, le pedí a la vida que no me dejaras nunca, que si algo tenía que perder fuera la cordura. Que si algo tenía que llorar, que no fuera tu ausencia. Que si por algo tenía que sonreír, que fuera por vos. Le pedí a tu estrella que fuera también la mía y que nunca dejara de brillar. Recé para que nada de esto terminara, para que siempre estuvieras conmigo y nunca me faltaras.

Lo pedí con vehemencia pero callada. No me escuchaste, mas cuando abrí mis ojos me mirabas con una ternura que nunca antes había visto en vos. Besaste mi frente y juraste que ibas a morir a mi lado. Sentí mi vida en tus manos.

Vi mi alma entera mirándose en tus brillantes ojos y en los míos viste la tuya. Nos perdimos juntos en aquella ilusión y no hizo falta nada más. Fue empezar a amar.

viernes, 1 de agosto de 2008

Punto de partida

Las manos le lavaron el rostro y las palabras le despertaron el alma dormida. Advirtió entonces que las cosas habían cambiado de una vez y para siempre, que su vida acababa de dar un giro contundente y que ella misma, ahora, era otra.

Había experimentado la emoción de oír a un alma en una sencilla y acaso perspicaz frase. A partir de allí, había empezado a buscarse y, sin dejar de hallarse, no se encontraba. La verdad estaba al alcance de sus ojos, pero algo le impedía verla.

Su protesta, justa pero sin piedad, le provocó el disgusto que le causaban las negociaciones de la existencia en su propio corazón. La discrepancia entre lo bueno y lo malo, la verdad y la mentira, la razón y el corazón, parecía jamás acabar. La disputa interna se hacía cada vez más intensa.

Con el sello de lo inesperable, cada cosa que ocurría a su alrededor se iba penetrando en su corazón, aún sin saberlo. Sentada sobre el suelo, acariciándole la frente, fijos en él los hermosos ojos, fuentes de un llanto silencioso que le bañaba la faz, concluyó al fin en cerrar una etapa de su vida sellada por el dolor de las ausencias y dar comienzo a una nueva, esa misma noche, dándole rienda suelta a los sentimientos que dominarían su corazón de ahí en adelante.