martes, 3 de febrero de 2009

Soledad

Casi sin avisar y sin piedad, en el silencio de la noche, a lo lejos, los truenos liberan la ira de un dios superficial, uno que no entiende de dolor pero que lo permite, uno que no sabe de ilusiones porque todo lo creó y todo lo tuvo, ese que predica con el ejemplo de hacer y deshacer a su antojo.

Desafiante, la tormenta amenaza la calma que el cielo supo encontrar. Las hojas de los árboles se inquietan con el soplo del viento Sur y la luna sigue tapada por las nubes en un cielo casi turbio, más gris que azul.

Llevo más de dos horas intentando dormir; cerrándole las puertas a la desilusión, a ésa que no entiende de negación. A ésa que insiste e insiste en golpear hasta derrumbar las puertas y ventanas de este umbral que a veces ni yo me animo a atravesar. Siento que está a punto de vencerme, pero no doy el brazo a torcer. La luz que entra por la ventana no es más que la de los relámpagos que anuncian la tormenta que está por desatarse, pero (casi) me basta para cerrar los ojos y volver a intentar.

Y a vos te pregunto: ¿Qué hacés en tus noches de soledad?