domingo, 19 de octubre de 2008

Eterno

Sé que es la tormenta y no tu abrazo lo que está por llegar.
Sé que no son mis ojos sino el cielo el que está por llorar.
Hay un vacío... y no da para más.
Hay un árbol que se está por secar.
Espera la lluvia, espera un suelo...
se vuelan sus hojas con el soplo del viento.

Es frío, es cierto.
Hay una escalera que eleva todo al cielo.
Ella insiste, él lo niega.
Hay ojos que no tienen lamentos.

Es cobre, está muerto.
Apenas si se ve con la luz del cielo.
Es un reflejo entre penumbras de un cielo muerto,
de un cielo eterno.

Es gris, es austero.
No hay excesos.
Es el horizonte el que se aleja mientras espero.

Hay verde al pie del árbol.
Es vida lo que nace de ese suelo.
Es puro aquel blanco que se esfuma con lo incierto...
en lo eterno de su cielo.

viernes, 3 de octubre de 2008

El rompecabezas

Yo sé que las piezas encajan porque las vi caerse y desaparecer, enmohecerse y encender... difiriendo fundamentalmente.

La llama que avivó el fuego ha quemado un hoyo entre los dos, así que parecemos no poder alcanzar un final ni continuar... al menos no hoy.

Yo sé que las piezas encajan porque las vi derrumbarse. No hay falta, nadie a quien culpar. Pero desearía señalar con el dedo, culpar a otro, culparte... ver cómo esto se viene abajo para reunir las piezas y juntarlas de nuevo. Redescubrir.

Hubo un tiempo, cuando las piezas encajaban... pero yo te vi caer y desaparecer, enmohecerte y encender. Estrangulados por nuestra vehemencia.

He hecho la matemática suficiente para saber los peligros de nuestras especulaciones. Condenados a desmoronarnos. A menos que crezcamos.

Ese frío del silencio tiene una tendencia a atrofiar cualquier sentido de compasión entre nosotros, cualquier posibilidad de continuar.

Yo sé que las piezas encajan. Yo sé que el rompecabezas puede armarse y que tiene guardado un lugar para cada pieza que se nos extravió. Sólo hay que buscar las piezas, juntos.